“Me da mucha envidia, porque los trabajos que hacen están buenísimos y yo a esa edad no sabía ni que me quería dedicar al cine. Verlos con los dispositivos tan a mano y pudiendo contar sus propias historias, sus problemas, las cosas que les suceden; encontrar su voz, me hace pensar en un producto superador”, reflexionó.
En ese sentido, agregó que “el trabajo de las y los pibes es inspirador. Las ganas de decir son mucho más auténticas y mucho más fuertes que, por ahí, las ganas de decir que los directores y directoras cinematográficos tenemos”.
Junto a Claudio Simari, su maestro de 4° grado y docente rionegrino, Salem habló de “la huella docente en los procesos creativos” y, más tarde, de la realización de películas, dos charlas que despertaron un marcado interés entre los docentes y estudiantes presentes.
“En la experiencia con Claudio y acá con los adolescentes comprendí lo importante que es aprender y vivir al mismo tiempo. Que el hecho del rodaje cinematográfico es una especie de excursión, donde el aula se traslada, los docentes pueden acompañar a los chicos y crear algo juntos que, después, pueden evaluar cuando editan, y mostrar. Me di cuenta de que ahí hay un lugar hermoso de comunión, un lugar a explorar”, resaltó Salem.
En el final de cada charla, el director cinematográfico tuvo una experiencia inesperada, como fue la firma de autógrafos pedidos por niños, niñas y jóvenes.
“A mí me reconforta, porque que vengan, te reconozcan y se quieran llevar un pedacito de uno, es hermoso. También es una responsabilidad muy grande, porque al hablarles a los jóvenes te das cuenta de que te están mirando y que es muy importante para ellos lo que les estás diciendo. Cuando le brillan los ojos es como si te pidieran que les digas que se van a poder dedicar a esto. Les digo que sí, que si yo pude contar historias, ellos, con la capacidad que tienen, los dispositivos a mano y las cosas que tienen para decir, cómo no van a poder”, finalizó.